Arsenio Jiménez al encuentro con el Rey
Una vieja canción de ideales revolucionarios cita que “Si se calla el cantor, calla la vida”. ¿Cierto o no, podríamos decir lo mismo cuando muere un poeta? La vida no calla cuando muere el cantor. Tampoco muere la vida cuando se va el poeta. Sus versos siguen flotando en el aire y como el cóndor se elevan por encima de las cordilleras.
Arsenio Jiménez concluyó, rindió sus días sobre la tierra a los 83 años y lo hizo como sus sonetos al Rey: Sonriendo al creador y en la santa paz de una vida buena. Viajó al encuentro con el Rey.
Desde la humildad de su hogar en un campo de Bonao hasta su último aliento, recorrió en la vida diferentes etapas. Fue un servidor público que ocupó funciones en la administración oficial y en la diplomacia como embajador ante Jamaica. En el sector privado sirvió en la Cámara de Comercio de Santo Domingo y en la Zona Franca Industrial de La Romana.
Se destacó en la vida literaria con 4 obras de importancia. Sus Sonetos Honrando al Rey, A Tres Tiempos, Zooversos y Cuentos para Leerse Sentados. Fundó con otros colegas el Círculo Literario Estrambote.
Hombre de fino trato, elegante en el vestir y en el hablar, apacible, quedo en el hablar, dedicó sus últimos años (ya de retiro) a sus dos grandes pasiones: La fe y la poesía. Abrazó la fe cristiana siendo de clase media cuando se creía que el evangelio era para pobres e ignorantes. No se avergonzó de su testimonio cristiano entre la clase social en la que se movía.
Tuve la oportunidad de compartir con él en la vida de la iglesia, donde ocupó también varias posiciones de importancia en el liderazgo. En dos ocasiones fui maestro de ceremonia en la puesta en circulación de sus sonetos, en sendos actos celebrados en la congregación y en la librería Cuesta. En esos contactos comprobé su trato de caballero.
Aunque era una persona de alta educación y circunspecto, por grandes causas se salía de su formato como aquella vez que se presentó vestido como un artista urbano cristiano para promover un concierto pro-templo El Calvario durante la intensa búsqueda de fondos para su construcción.
Su devoción por el Señor la demostró en los diferentes proyectos en los que se embarcó y en la asistencia a los cultos. Disminuido en sus fuerzas con un bastón primero y luego con un andador era fijo cada domingo y los días de semana.
De don Arsenio hay muchas cosas que decir, pero lo más sencillo que se puede afirmar es que como Pablo peleó la buena batalla de la fe, y la ganó. “Estimada a los ojos de Dios es la muerte de sus santos” (Salmos 116:15). Cual atleta alcanzó la meta y le espera la corona y cual artista de la palabra estará en el grupo de los redimidos escuchando el sonido de muchas arpas (Apocalipsis 14:2). Termino con esta décima que le dediqué cuando lanzó al mercado sus sonetos al Rey:
El dice que no es poeta/ Arsenio en su humildad/pero digo una verdad/rimar de la A hasta la Zeta/ él conoce la receta.
Con expresa determinación/ y menos equivocación/ con versos que honran al Rey/ Arsenio sin ir al play/ bateó tremendo jonrón.
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