El dominio de las pantallas
En estos tiempos de pandemia el uso de las pantallas se ha masificado mucho más.
El confinamiento en los hogares obligó a las personas a buscar alternativas para todo: trabajar, estudiar, divertirse, emprender negocios, saludar, consultar a los profesionales, Etc. y qué mejor que los medios de comunicación y las redes sociales.
Todo en pantalla: celulares, televisores, tabletas, computadoras…
Vale la pregunta
¿afecta o no a la felicidad el tiempo que pasemos frente a las pantallas electrónicas?
Recientemente se realizó un experimento entre adolescentes y él mismo demostró que utilizar algún dispositivo electrónico una hora al día se vinculó a mayores niveles de desdicha.
A medida que se prolongaba el tiempo de uso de los aparatos el índice de felicidad disminuía, por eso se concluyó que reducir el tiempo frente a las pantallas da como resultado personas más felices.
Los hallazgos no están limitados a los adolescentes, sino que también son extensivos a los adultos.
El autor Neil Parisha, escritor de 7 libros sobre la felicidad, comenta sobre los celulares y afirma que son máquinas totalmente adictivas que secuestran los cerebros y convierten a los usuarios en sus propias versiones repletas de ansiedad, stress, confusión y susceptibilidad.
Estos resultados parecen contradictorios por el placer que muchos encuentran en estos medios, pero cuando se es adictivo, lo que se agrava por la afición a ciertos temas, se manifiesta ese secuestro de que habla el citado autor.
En la primera carta de Pablo a los Corintios 6:12 dice el apóstol que no tiene impedimento alguno para pensar y ejecutar acciones, pero no todo le hace bien o le reporta beneficios.
Todo me está permitido, pero no dejaré que nada me domine,” remata Pablo.
El uso de las pantallas, en particular los móviles que llevamos a todas partes y que son aparatos inseparables, no es cuestión de moda, sino de una necesidad que impone la modernidad.
Y cuán útiles son. Son parte de la persona. Son los compañeros a los que se consultan constantemente.
Sin embargo, esos compañeros con quienes no nos sentimos solos, pueden convertirse en enemigos peligrosos si nos dejamos dominar por ellos.
Las adicciones no son buenas.
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