El judaísmo en la liturgia evangélica

El judaísmo en la liturgia evangélica

Cada vez con más frecuencia, observamos iglesias (o programas radiales emitidos por las mismas) que utilizan hasta el hartazgo términos que pasan a formar parte de la jerga litúrgica, como: Adonai, shalom, Jeoshua, Meshiah. En algunas reuniones evangélicas se advierten banderas de Israel y adolescentes que con movimientos simpáticos, ropas típicas y panderos acompañan los ritmos de una música pegadiza de origen presuntamente semítico. No deja de fascinar semejante despliegue tan pintoresco que hace volar la imaginación a través de los siglos.

Los grupos más radicales y agresivos de estos movimientos critican al resto de la cristiandad y la tratan de pagana por no utilizar sus formas y seguir sus costumbres. Entonces caemos en cuentas de que estamos frente a tiempos peligrosos en los que con mucha sutileza se filtran “contaminaciones” de la fe cristiana. ¿De dónde llegaron estas corrientes? ¿Qué propósito persiguen? ¿Cuál es el grado de inocuidad o malignidad que estos movimientos poseen? Son todas preguntas que recién podremos responder conociendo el origen de estos grupos y sometiendo sus ideales a la Palabra de Dios.

Estados Unidos es el país protestante que tal vez cuenta con mayor cantidad de ciudadanos de raíces judías. No era de extrañarse que en algún momento del siglo XX surgieran grupos evangélicos orientados a ganar a los descendientes de Abraham para Cristo. Estos grupos incorporaron a su bagaje una serie de palabras y costumbres afines a los judíos con el propósito de hacerles el Evangelio más familiar y atractivo.

Para ese tiempo, los judíos veían a los gentiles como cristianos católicos y antisemitas. Muchos de esos israelitas que habían emigrado de Europa al Nuevo Mundo conservaban el resentimiento por los malos tratos recibidos de parte de falsos cristianos que tal vez querían vengar la sangre del Cordero de Dios. Iglesia, cruz, cristiano y trinidad eran palabras que resultaban ofensivas a estos judíos que las habían oído al compás de las peores torturas, agresiones a su fe y genocidios.

Así es entonces, que movimientos tales como “Judíos para Jesús” o “Judíos Mesiánicos” cambiaron la liturgia convencional por otra más amigable a los hebreos logrando el objetivo de alcanzar a los que creían en la ley de Moisés. Se puede intuir que los resultados obtenidos no mostraban tanto conversiones en los judíos ortodoxos como en los liberales, bastante alejados de su devoción.

Latinoamérica concentra una buena cantidad de judíos, estos movimientos no tardaron en proliferar con un objetivo muy sano: evangelizar al pueblo de Israel como una variante de lo que es la tarea misionera.

Hace unos años, grupos relacionados con los movimientos citados tomaron una diagonal, enfatizando la “bendición extra” que representa ser un judío creyente. Aunque tal postura no es afirmada en la Palabra de Dios (Ro.2:17-3:31), muchos fueron más lejos aún y propagaron entre las iglesias que “hay mayor unción y aceptación por parte de Dios, si en la liturgia se incorporan músicas y danzas hebreas, se usan panderos y se reemplazan las palabras grecolatinas por palabras propias del Antiguo Testamento”.

Lo más preocupante es que los esfuerzos de la iglesia por “contextualizarse” con la sociedad para llegar mejor a la misma, caen en saco roto al tornar a los cultos en un conjunto de ritos y prácticas ininteligibles y extrañas a toda familiaridad occidental. Es paradójico que mientras la iglesia Católica por fin aceptó que las misas se hicieran entendibles por celebrarse en el idioma vernáculo, algunos pocos evangélicos intentan hacer del culto una actividad incomprensible al indocto en la fe, por valerse de rituales, usos y costumbres perdidas en los siglos.

No discutiremos en este artículo que una congregación tenga diversas manifestaciones de arte como lo pueden ser las danzas. El arte apela a lo bello y lo emotivo y Dios merece el mejor arte. Pero pensar que todo lo que provenga de la cultura hebrea es sagrado y lo procedente de otras culturas profano, puede hacernos caer en el error.

He aquí algunas razones para afirmar que el estilo hebreo puede ser tan santo o profano como cualquier estilo que el hombre haya creado sobre la tierra:

PRIMERO: El Pueblo de Israel fue el vehículo que permitió la llegada del Mesías al mundo. Fue la nación escogida por Dios para permitir que Cristo desarrollara su ministerio universal. Por lo tanto, el uso de cualquier elemento de la ley, es considerado obsoleto por haber sido sustituido por algo mejor (He. 8:1-13 y 9:24). En consecuencia, cualquier referencia a las costumbres de Israel es un retorno a la ley, a lo imperfecto a lo que debía ser temporal.

SEGUNDO: En la iglesia de Cristo ya no hay distinción entre judíos y gentiles (incluyendo su bagaje cultural) (Ro.10:12, Ef.2:11-22). Si ambos pueblos son uno y las enemistades de la carme fueron derribadas, ¿Cuál estilo de música, cuál lenguaje, cuál forma de arte es la válida? No caben dudas que la Palabra no privilegia al estilo judaico.

TERCERO: Las danzas y música hebreas nunca fueron instituidas en la Biblia, sino que fueron producto de los ritmos aprendidos en el medio oriente. Cuando María, la hermana de Moisés y Aarón bailaba y cantaba al frente del peregrinaje, ¿Habría inventado un nuevo tipo de danza? ¿Le mostró Dios a Abraham alguna forma de música y danza que lo debía distinguir de las otras naciones? ¿Exhortaron los profetas a tener un “nuevo paso” y a ejecutar el pandero? De ninguna manera.

La música y danzas hebreas típicas que hoy podemos disfrutar no tuvieron su origen en Israel sino en la tierra de Aram, en Egipto, y quién sabe qué otros lugares más. Pero lo interesante del tema es que estos estilos fueron evolucionando con el correr de los años y se enriquecieron con el arte de las naciones con las que se relacionaron.

En el tiempo del exilio también cambiaron sus formas al igual que comprobadamente se modificó su idioma. En la diáspora del primer siglo después de Cristo también perdieron sus raíces. La notación musical que los pueblos de oriente tenían no era precisa y hay muchísimas dudas sobre su correcta entonación y ritmos. Por consiguiente, se perdió muchísimo de lo que se hacia antaño. Lo más probable es que la música y danzas típicas que los israelitas hoy muestran esté tan evolucionada como el lenguaje de cualquier pueblo con el correr de los años. No se conserva nada con pureza. Los que tratan de enseñar danzas hebreas y el uso del pandero (con panderetas modernas) pretenden asegurar que de tal o cual manera bailaban los hebreos antiguos ¿En base a que revelación?

CUARTO: El idioma hebreo no es un idioma sagrado. Así como ni Abraham ni Moisés recibieron indicación alguna sobre cómo cantar o bailar, tampoco se les prescribió qué lengua hablar. Aun más, los profetas condenaron la asimilación que Israel hizo de las actitudes e idolatría de otros pueblos, pero nunca su variación idiomática. No faltan quienes con nulo conocimiento afirman que en el Edén se hablaba hebreo, pero el Génesis no menciona que en Babel alguien haya conservado aquella lengua.

Abraham había salido de Ur de los Caldeos donde se hablaba el arameo. Con el tiempo, los israelitas fueron enriqueciendo su lengua con vocablos egipcios y cananeos. Qué decir de la influencia fenicia en la escritura hebrea. En otras palabras el hebreo fue la lengua de tumo en la que se escribió el Antiguo Testamento (como lo fue en su momento el arameo con el que se a escribieron algunos pasajes de Daniel). ¿Eso significa que debemos conservar las formas idiomáticas y fonéticas de los nombres como algo sagrado? En ese caso el griego es la lengua en la que se escribió el Nuevo Testamento. Si Jesús y los apóstoles hablaban el arameo, ¿Por qué Dios permitió que se registrasen sus hechos y enseñanzas en el idioma pagano?

Sencillamente porque era la lengua de turno. No importa cómo pronunciemos el nombre de Cristo o el de Dios. La pronunciación es cosa de hombres, pero Dios no tiene ningún idioma en especial, Él es espíritu, Él utiliza cualquier idioma para hablarnos con tal que entendamos. No tenemos que aprender ningún idioma para entender a Dios, Él sabe nuestra propia lengua.

QUINTO: Las expresiones litúrgicas son variables e intrascendentes, Dios no nos dejó ningún instructivo sobre la correcta liturgia. En Ro.14:1-9 Pablo habla que los débiles en la fe (los creyentes prejuiciosos) guardan cada detalle, mientras que otros no lo hacen. No importa la acción sino la devoción diría apóstol en pocas palabras. Tratar de introducir formas hebraicas en el culto moderno es instalar una contienda sobre opiniones. En Col. 2:8-23 se explica con claridad que las filosofías huecas, basadas en tradiciones han sido superadas por aquellos que en Cristo ESTÁN COMPLETOS.

SEXTO: La Iglesia evangélica se caracteriza por hacerse entendible a los hombres. El mensaje del evangelio debe llegar en un código adecuado a los receptores. Por algo San Pablo decía que al judío se hacia judío y al griego, griego para ganar de alguna manera a alguno, (1 Co.9:20-22). El éxito de los pentecostales, en buena parte consistió en la gracia que el Espíritu Santo nos ha dado para llegar a la comunidad de una manera sencilla y sin “adornos”.

Por mucho tiempo hemos criticado a la religión mayoritaria por el uso de imágenes, pero la motivación de la iconografía, que algunas iglesias adoptaron, se asemeja a la razón de los orígenes de los vitrales y los santos. La fe cristiana es sencilla y no es más ungida si emplea tal o cual idioma o va acompañada por determinada música o danza.

Los que insisten en dar forma judaica a los cultos, simplemente intentan hacer las cosas lo suficientemente raras como para que se vean misteriosas. Los misterios fascinan por que permiten dar las interpretaciones más caprichosas. Asimismo, todo aquel que tiene la oportunidad de enseñar algo nuevo adquiere autoridad y poder sobre sus alumnos… y la tierra está llena de gente con ambiciones de poder. No debemos hacer caso a todo viento de doctrina que aparezca, debemos probar los espíritus y no permitir que nos traicionen nuestros sentidos humanos.

Quizás suene muy profana la siguiente conclusión, pero no deja de ser verdad: Una tarantela (por mencionar un estilo) no es menos santa que una danza hebrea.

Por Edgardo Muñoz – conozca.org

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