El virus del pecado

Por el mundo corre (con poquísimas excepciones) un virus al que bautizaron como Covid-19. Viaja en aviones, barcos, trenes y por cualquier medio de transporte. Entra en viviendas, apartamentos, torres, fábricas; edificios públicos y privados; templos, mezquitas, pagodas; palacios reales y presidenciales; campamentos y recintos militares.
A nadie se le escapa. No se sabe exactamente dónde y cómo apareció. Pudo haber surgido en el mercado de Wuham en China, en un laboratorio por manipulación intencional o no intencional o producto de una conspiración. Estados Unidos acusa a China y viceversa. La verdad absoluta quizá no se sepa nunca.
La gran verdad es que este virus nos tiene de rodillas. A muchos de rodillas por la impotencia y a otros clamando en oración por la misericordia divina. Todos somos sospechosos, nos miramos y saludamos de lejos.
Ya no podemos dar un abrazo efusivo al amigo y al hermano. Nos tiene prohibido besar, dar un apretón de manos; celebrar una reunión o festejar una fecha importante; asistir a una iglesia y hasta simplemente caminar libremente por las calles sin temor al contagio.
¡Quién lo diría: un enemigo imperceptible a la vista con tan devastadores efectos!
Mark Oden es el pastor de una iglesia en Nápoles, Italia. Desde esa ciudad contaminada por el Covid-19, él reflexiona sobre la esperanza en medio de esta crisis y termina de esta manera:
En cierto sentido, la pregunta más importante no es, ‘¿qué esperanza tienes frente al coronavirus?’, porque Jesús vino a advertirnos de la presencia de un virus mucho más letal y generalizado. Un virus que ha afectado a todos los hombres, mujeres y niños. Un virus que termina no solo en una muerte segura, sino en la muerte eterna. Un virus llamado pecado. Y nuestra especie, según Jesús, vive bajo el control de un brote pandémico del virus del pecado
¿Cuál es tu esperanza frente a ese virus? La historia de la Biblia es la historia de un Dios que descendió a un mundo infectado con este virus.
Solo Cristo nos limpia del virus pecado.
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