La sanidad de la tierra
Uno de los versículos más citados en estos días es el 14 del segundo libro de Crónicas, capítulo 7. Dios promete “sanar la tierra” si el pueblo se humilla, ora, busca su rostro y se convierte de sus malos caminos. Otras versiones presentan esa sanidad como “devolveré la prosperidad al país”, “restauraré su tierra” y “lo haré (al pueblo) prosperar de nuevo”.
La aparición y expansión del coronavirus prácticamente en toda la tierra, con algunas excepciones, de manera contradictoria está originando sanidad en el planeta, enfermo hace tiempo por culpa del ser humano.
Satélites de la Agencia Espacial Europea han destacado la reducción del dióxido de nitrógeno (NO2), una sustancia altamente contaminante, de la atmósfera sobre Italia, España y Wuham en China. Millones de vehículos detenidos, miles de aviones en tierra, baja generación de energía y calefacción, el cese de la alta industria y los efectos de invernadero mantienen limpios los cielos.
La soledad de las grandes ciudades en cuarentena como Sao Paulo, Madrid, Santiago de Chile, Roma, Nueva York y otras, algo inimaginable en estos tiempos, resulta positivo para el medio ambiente.
Las aguas turbias de Venecia, Italia, están cristalinas y visitadas por cisnes y delfines; patos se pasean por las calles de Madrid sin ningún impedimento; monos invaden las calles de Indonesia; un puma se vio caminando en Santiago de Chile recientemente.
El virus ha cambiado los hábitos y estos cambios se mantendrán luego de la pandemia. Los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001 modificaron al mundo. Ya no estamos seguros en ninguna parte. Somos vigilados siempre. Los controles son cada día más estrictos.
El tele-trabajo, las reuniones por video-conferencias, menos días de trabajo y por consiguiente menos circulación de vehículos, horarios escalonados, Etc. están contribuyendo a la lucha contra el cambio climático.
La organización Greenpeace dio a conocer un informe de Lauri Myllyvirta, del Centro de Investigación de Energía y Aire Limpio de la Universidad de Helsinki, que revela que los combustibles fósiles tienen que ver con la muerte de 4.5 millones de personas al año producto de la contaminación del aire que producen sus emisiones.
El calentamiento global provoca la extensión y mantenimiento de la epidemia del dengue, la pérdida del 70 por ciento de los cultivos agrícolas, inundaciones, incendios forestales y huracanes y tifones cada vez más devastadores.
Sanar la tierra, de acuerdo a la condicionante de Dios al pueblo de Israel a través de Salomón, era devolverle la prosperidad, restaurarle sus niveles de abundancia y también que recuperara la espiritualidad perdida y que sus miradas retornaran al Señor.
Además del saneamiento ambiental que los satélites confirman y que se observa a simple vista en la naturaleza, hay una sanidad colateral: menos consumo de alcohol y de drogas, criminalidad reducida, feminicidios a raya, pocos pleitos y muertes violentas por riñas, accidentes de tránsito a niveles mínimos con su secuela de fallecidos y mutilados.
Este COVID-19 es un Coronavirus que está dejando millares de muertos y cientos de miles de infectados alrededor del mundo, pérdidas económicas incalculables y aumento de enfermedades mentales por el temor, pánico, falta de esperanza, depresión e inseguridad.
Sin embargo, esa naturaleza que Dios creó y le dio dominio al hombre para que fuera su mayordomo y que éste la ha maltratado, hoy respira más tranquila y por lo menos en este tiempo no gime con dolores de parto. (Romanos 8:22).
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