Los nietos y su formación espiritual
Mi esposa y yo tenemos 5 nietos. En el orden según los nacimientos son Esteban, Daniella, Luis David, Lucas y Marcos.
A Lucas y a Marcos los llamamos los evangelistas. Lucas es mayor que Marcos un año y 9 días. Son antípodas. Lucas es un “caraseria” (hasta que toma confianza), Marcos es el “charlatancito” (a todo el mundo le hace coro). Ambos prometen ser jugadores de futbol, ya gritan “gooool” cuando patean la bola.
Apenas con días de nacido comenzó a reír y esa sonrisa en su rostro no se le ha despegado. En la iglesia lo conocen como “el bebé de la sonrisa”. El problema surge cuando tiene hambre, se riega como una fiera y hay que andar rápido con el biberón. Desde que nació es un excelente comilón.
Este quinto nieto no hizo muchos “solitos”. Su primer “gateo” fue rápido y presuroso y con igual velocidad se paraba agarrado de un mueble o una pared. De repente, un buen día, cumplidos once meses, dio sus primeros pasos y arrancó a caminar y lo hizo riendo a todo dar. Se lo gozó él mismo.
Todo parece indicar que será un “parlanchín”. En su lenguaje silábico aprendió a decir papá y mamá, pero ya llama a su madre por su nombre y a su hermano mayor (en su estilo y palabras claramente identificables). Aprende a la velocidad de un rayo.
Lucas tiene dos años, pero a su edad es un veterano en sabiduría. Después de aprender a decir papá y mamá, incorporó a su lista los términos abu (abuelo), aba (abuela), titita (tía), ti tò (tìo) y nana (Dahiana). Luego añadió abì (David) y etepan (Esteban).
Pero el que más llamó mi atención por la ternura con que la pronunciaba y el gesto de cariño que exhibía (hasta pasándole la mano por la piernita) fue “Manu” para llamar a su primo Marcos.
Lucas es un niño de este tiempo: tecnológico. La primera vez escuché que dijo “co-tol”, quedé perplejo por mi ignorancia hasta que me aclararon que pedía el control de la TV. Lo primero que hacía al llegar a casa era buscar el control de un abanico de techo que manipulaba como un experto con sus deditos. Al niño le gusta apretar botones.
Cada vez más amplía su vocabulario y en su caso se aplica el refrán a buen entendedor pocas palabras bastan. Me dice “cargà” (quiero que lo carguen en brazos), “subì” (que lo suban al segundo nivel), “pan” (quiero comer pan) y una de las últimas “celulà” (celular) y tù-tù (youtube).
En estos días, como se le tiene prohibido subir las escaleras, mostró su “tigueraje”. Se sentó en el primer peldaño y en esa misma posición, uno por uno, iba por el cuarto escalón mencionando “sentà”, como quien dice no estoy subiendo de pie.
Desde meses ha sentido mucha cercanía con su abuelo (con su abuela también), pero desde que lo traen a casa o tenemos contacto por el face time, lo primero que hace es preguntar por “abu”, ahora dice “aguello”.
Son innumerables las ocurrencias de Lucas, con sus rabietas incluidas, que no podríamos contar en este espacio. Sin embargo, basta afirmar lo que llenan de satisfacción a los abuelos estos nietos que se abren a la vida sobre todo cuando empiezan a tener nociones de lo espiritual.
En la iglesia balbucean los cánticos, aplauden con la música, dicen amén al finalizar la oración antes de comer. La educación cristiana comienza desde el vientre, cuanto antes mejor.
Quienes somos abuelos hoy criamos a nuestros hijos desde las décadas de los 70 ó 80 cuando el mundo del internet y las redes sociales iniciaban su desarrollo. Velamos por ellos para que no se dejaran influenciar por estos nuevos medios de tentaciones.
Hoy, sin embargo, las cosas están peores y son nuestros hijos los encargados de cuidar a los suyos en un mundo tan complicado, con un progresismo avasallante que influye en la educación, la cultura, el entretenimiento, Etc.
Por razones de edad posiblemente muchos abuelos no veamos a nuestros nietos hechos hombres y mujeres, pero nos preocupa su bienestar moral y espiritual. Así como preocupa a profesores y especialistas de la conducta la dependencia y el efecto de las redes sociales en los adolescentes para su salud mundial, también debe preocupar a sus padres.
Los adolescentes enfrentan dificultades que nunca hubiésemos imaginado como padres con nuestros hijos; la sociedad cambia constantemente; la tecnología deja efectos colaterales peligrosos y nocivos; los psicólogos no dan abasto para atender a sus pacientes.
Los padres nunca deben descuidar la parte espiritual guiados por la Palabra de Dios (Deuteronomio 6: 7-9). Los abuelos estamos para colaborar, pero no es una responsabilidad directa su formación. Está muy bien darles la mejor educación escolar, los deportes, las actividades extracurriculares, pero inculcar los principios cristianos (instruye al niño en su carrera y aun cuando fuere viejo no se apartará de ella, Proverbios 22:6), es la mejor tarea.
La mejor etapa para disfrutar las travesuras, vivencias y ocurrencias de los nietos es la que atraviesan Lucas y Marcos. Después de los 5 años las cosas y los intereses van cambiando.
Ambos primos inician sus primeros juegos juntos y ya pronto estarán de igual a igual. Espero que crezcan fuertes, unidos y solidarios con el lema de Los 3 Mosqueteros “uno para todos y todos para uno”, y que ambos sean siervos del Altísimo y que honren la calidad de sus nombres: Lucas Josué y Marcos Samuel.
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