Ni los arrepentidos se salvan
En el periódico El País, de España, el titular de un trabajo de investigación me llamó la atención: “ser expandillero cristiano en El Salvador, un país sin lugar para los arrepentidos”.
Firmado por Carlos García comienza así:
“Hace más de un mes que Douglas Dagoberto Coreto, antes conocido como ‘Graffiti’ en la Mara Salvatrucha (MS13), no sale a predicar el Evangelio con su megáfono en las calles de Sonsonate. La noche del 8 de abril, durante el treceavo día del régimen de excepción decretado por el Congreso salvadoreño, la policía se lo llevó preso. Horas antes de su captura, Coreto le dijo a EL PAÍS en un mensaje de WhatsApp que no huiría si llegaban por él, que no tenía ninguna deuda pendiente con la justicia y que todo lo dejaba en manos de Dios. Pero presentía que pasaría pronto, sobre todo porque sus tatuajes lo delatan: a las autoridades no les importa si el tatuado está activo o no. “Ellos lo que quieren ver es gente manchada que salga en las noticias”, lamentaba Douglas antes de su arresto.”
El joven presidente salvadoreño Nayib Bukele, empresario y político, comenzó su período de 5 años en el 2019 rodeado de una enorme popularidad y con vínculos muy estrechos con los evangélicos, que representan del 30 al 35 por ciento de la población.
En su toma de posesión se hizo acompañar del pastor y predicador argentino Dante Gebel, quien hizo la oración invocatoria que marcó el inicio de su gestión.
Sin embargo, con el paso del tiempo la imagen de Bukele se ha ido deteriorando y es señalado frecuentemente como autoritario por sus estrategias para la concentración de poder.
El Salvador tiene una de las más altas tasas de violencia en el mundo por las incursiones de las pandillas o maras. Bukele lanzó el Plan Control Territorial que le ha permitido, bajo cuestionamientos, reducir la tasa de homicidios.
Tras un fin de semana letal, el más cruel en la historia reciente con 87 asesinatos, el Congreso aprobó un Régimen de Excepción temporal para combatir a las maras que le ha permitido apresar a miles sin ningún tipo de garantía.
Es en ese contexto que cientos de expandilleros convertidos al cristianismo están siendo detenidos y ultrajados por las fuerzas del orden.
A uno de ellos, Douglas, se lo llevaron, lo exhibieron públicamente con el torso desnudo y lo acusaron de ser miembro de organizaciones terroristas en las redes sociales. Hace 14 años que abandonó su vida delictiva para predicar el evangelio.
José Elvis Herrera hace 15 años conoció al Señor. Es pastor de la Iglesia Cristo te Llama al Ministerio, de la cual salía tras un culto y se le detuvo cuando procedía a cenar con su familia.
Se han documentado unos 14 arrestos de estos hermanos simplemente por su aspecto físico, por los tatuajes en la cara, porque los demás están ocultos debajo de la ropa.
Los tatuajes que identifican el nombre de las pandillas son obligatorios y no pueden borrarse. La conversión al evangelio es el único medio que las maras aprueban para “calmarse” o salir del grupo, pero no pueden remover sus tatuajes. De hacerlo les cuesta la vida. Las letras son propiedad de la pandilla, no del portador.
El sistema penitenciario de El Salvador desde 1990 se apoya en las iglesias evangélicas, única vía de rehabilitación de esos jóvenes marcados para siempre por una sociedad que los excluye totalmente.
“Aún con sus desperfectos, el cristianismo ha sido el único modelo que ha dado resultados en materia de rehabilitación y reinserción de pandilleros. Por décadas no ha existido en El Salvador un programa gubernamental que haya dado una solución sostenida a esta población,” dice el trabajo del diario español.
La situación es compleja. Los pandilleros que quieren alejarse de esa vida no tienen opciones, la única es abrazar el cristianismo porque el Estado no le ofrece alternativa para reinsertarse en la sociedad. Ahí se cuelan muchos que usan el traje de creyente para continuar cometiendo delitos, pero son los menos.
Es injusto que sean apresados, vejados, maltratados, abusados y acusados los expandilleros que llevan años “dando frutos dignos de arrepentimiento”, sirven a su país sacando delincuentes de las calles con el arma de la Palabra de Dios.
En ese sentido, las políticas de Bukele deben revisarse.
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