Olor grato para todos
La compañía encuestadora YouGob preguntó hace 3 años a casi 20 mil adultos cuál de los 5 sentidos extrañarían más en caso de perderlo. Los británicos, entre quienes se enfocó la encuesta, respondieron en su mayoría el sentido de la vista con un avasallador 70 por ciento.
Este resultado no debe asombrar debido a que él no disfrute de la visión limita demasiado al ser humano, lo que sí asombra es que el sentido del olfato ocupó el último lugar con apenas un 2 por ciento. Después de la vista siguieron el oído, el gusto y el tacto.
Alguien llamó al olfato el más incomprendido de los sentidos. Hay una importante vinculación entre el olfato y el sabor. En gran medida contribuye a que podamos disfrutar la comida en el plato. Una profesora de psicología de la Universidad de York en el Reino Unido dice que “el sabor es, en realidad, una experiencia integral que combina la reacción de tu lengua al degustar un alimento –ya sea dulce, ácido, salado, amargo, picante- y el olor de este”.
Dentro de las investigaciones realizadas en centros de estudios superiores de países desarrollados hay una de ellas en particular sorprendente, es que para muchas personas los aromas evocan recuerdos de infancia.
El olor de una persona, sea el natural o el que provoca un perfume o fragancia, se guarda en algunas regiones encefálicas con el bulbo olfativo, estructura neuronal encargada de procesar la información obtenida por la nariz. Por eso es posible que el perfume de alguien remonte al pasado y recuerde el que usaba la abuelita, la madre, la novia, etc.
La investigadora en jefe del Centro de Investigación sobre el Envejecimiento del Instituto Karolinska de Suecia, Erika Jonson Laukka, considera que los recuerdos que llegan a nosotros a través del olfato pueden ser más emotivos y estar más arraigados que aquellos que nos despiertan el estímulo del resto de los sentidos.
“Cuando pierdes la capacidad de percibir olores, pierdes dichos recuerdos. Es como si hubieras extraviado la llave para abrir el cofre que los resguarda”, agrega el doctor Thomas Hummel, director del Centro del Gusto y Olfato de la Technische Universitat de Dresde, Alemania.
El apóstol Pablo, un hombre de amplios conocimientos, un intelectual de su época, utilizó el sentido del olfato para ilustrar una gran verdad. Considera que el creyente en Cristo es un “grato olor” para todos, en los que se salvan y en los que se pierden (2da. de Corintios 2:15).
En el versículo 14 se enseña que Dios nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús y manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. Pablo se refiere a los desfiles romanos que, cuando regresaban triunfantes de las guerras, se exhibían públicamente mientras los sacerdotes quemaban incienso; para los soldados victoriosos significaba la vida y muerte para los enemigos esclavizados a los que también hacían desfilar.
El cristiano despide ese olor al predicar con su vida y con su ejemplo y constituyen ese olor grato para Dios. Esa fragancia –como el incienso que sube- es la que sube a Dios por medio de la persona de Cristo.
En estos tiempos de confusión –acentuado por la pandemia con su carga de incertidumbre, crisis económica, confusión espiritual, depresiones y desequilibrios mentales- se hace más necesario despedir esa fragancia ante los demás.
“Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo.” (2da. Corintios 2:17).
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