Recordando a Pablo Villanueva Aguiar
El profesor, pastor y evangelista Pablo Villanueva Aguiar, definido por algunos ministros del evangelio como un general de Dios, partió con el Señor a la edad de 93 años.
Este consagrado ministro fue un íntimo amigo de nuestro pastor Félix Hernández, quien fue el predicador en el acto del primer aniversario de un programa radial que auspició desde 1977.
Nació en 1930 en Santo Domingo en un hogar cristiano, según su propio testimonio, pero siendo un adolescente dejó los caminos de la fe hasta que en 1956 tuvo un encuentro real con el Señor y desde entonces se dedicó a servirle hasta el fin de sus días.
Contaba Pablo que en la entonces calle Braulio Álvarez esquina María Martínez (hoy 27 de febrero con Josefa Brea) en plena calle sintió ese llamado a la reconciliación. “El Señor me encontró a mí”, decía.
De inmediato se dedicó al evangelismo callejero. Compró a crédito por 25 pesos una bocina para predicar en las calles y esquinas. Pedía permiso en colmados y farmacias para conectar la electricidad.
Don Pablo Villanueva Aguiar con el tiempo llegó a ser un influyente líder cristiano encabezando campañas masivas al aire libre y dirigiendo el programa radial Quisqueya para Cristo desde el 1977.
En el cuarto aniversario de ese espacio en 1981 llenó el viejo estadio de La Normal contando con el respaldo de otros ministros como Ezequiel Molina (acompañó en la música tocando el piano), Silvio Guerrero, Jonás Sierra, Jacinto Pérez, Ramón Taveras, Florentino Soto y Samuel Paul, entre otros.
Previo a ese culto se realizó un desfile con cientos de motoristas, ciclistas, personas en carros, camionetas y a pie por calles de la parte alta de la capital.
Tuvo que ver con la celebración del Cincuentenario del Pentecostés en 1972, uno de los más grandes eventos masivos evangélicos realizados hasta ese momento con vistosas carrozas y miles de cristianos de todo el país. También hubo un evento similar 20 años después para festejar los 70 años de la llegada del Pentecostés a la República Dominicana. (Siendo muy joven participé en la carroza de la Asamblea de Dios Central vestido de discípulo de Jesús).
A pesar de la majestuosidad de la celebración de esos 50 años, no estuvo exenta de polémica por la fecha del aniversario que debió ser en 1967 para unos y para otros en 1968. Hoy se ha constatado que Salomón Feliciano, primer predicador pentecostal en suelo dominicano, llegó al país desde Puerto Rico en 1918.
El hermano Pablo fundó la Asociación de Ministros y Lìderes Evangélicos (ASIMILE), Acción Emergente Auxiliar (ACCIONAR), la revista Acción y también el programa radial Dios, la Biblia y la Ciencia junto al pastor Justo Elías Paulino.
Fue un soñador y hombre de reciedumbre que no transigía con sus principios. Aunque no tuvo éxitos con ASIMILE para aglutinar todo el liderazgo evangélico y no logró concretar su visión con ACCIONAR nunca bajó la guardia.
También soñó con establecer la primera emisora evangélica en RD creando la Asociación Pro-Emisora Evangélica a principios de los 70. Para ello auspició un programa en Radio Triunfo cuya cabina estaba al lado de la de HIZ en el Edificio Copello en la calle El Conde. Se transmitía a las 6 de la mañana.
Participar en ese programa fue mi primera experiencia radial guiado por Ventura Popa González, quien ya era pastor de la Iglesia de Dios.
Don Pablo fue propietario del Colegio San Pablo que funcionó en la Yolanda Guzmán casi esquina Luis Reyes Acosta. Para preparar el personal de esa futura emisora cristiana convocó a los interesados a un curso práctico de locución. De 10 a 15 jóvenes asistimos a ese curso y luego me integró al programa al ver ciertas cualidades en mí.
Yo que desde niño gustaba de la lectura en voz alta no desperdicié la oportunidad. Recuerdo que desde mi hogar en Villa Consuelo bajaba a pie al Conde y a veces en una bicicleta que me prestaba mi amigo Domingo Ortiz para “sudar la fiebre” radial sin ningún tipo de interés económico. Ni siquiera los 10 centavos del pasaje aparecían.
El hermano Pablo cursó estudios universitarios, era dueño de una amplia cultura general y bíblica, pero también fue un obrero de la construcción. Me tocó verlo fajado pegando mezcla para mantener a su familia.
Como profesor de escuela y de locución tenía una dicción perfecta al hacer uso del lenguaje, además del privilegio de tener una voz potente, fuerte y moderada.
En sus programas radiales y las campañas que dirigió en todo el país daba gusto escucharlo predicar con su verbo florido, elegante, coherente y modulado con mensajes bien elaborados estrictamente evangelìsticos ; sin diatribas y sin desviaciones doctrinales que son el pan nuestro de cada día. Hace tiempo que no tenía contacto con su persona, pero siempre mantuvimos una admiración mutua: yo recordándolo como mi profesor de locución bajo cuyas alas inicié mi carrera de comunicación, y él, sintiéndose orgulloso del desarrollo personal y profesional de su alumno.
Adiós profesor, mi cariño eterno para usted reconociendo su larga trayectoria, y su limpio testimonio. En usted se cumplió lo que escribió el apóstol Pablo (su mismo nombre): “he pelado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe, por lo demás me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor juez justo en aquel día; y no solo a mí sino a todos los que aman su venida”.
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