Cuarenta días a través de la Biblia

El día primero del presente mes de enero los miembros del Templo El Calvario iniciamos “Cuarenta días de humillación” que concluirán el día nueve de febrero. Durante este tiempo estaremos orando en nuestros cultos y en nuestros hogares para que aprendamos de nuestro Maestro que dijo: “…aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:29). El salmista David, quién pasó de simple pastor de ovejas a Rey del pueblo de Israel y se mantuvo humilde, no obstante ser criticado por su esposa Mical, dijo: “Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, mas al altivo mira de lejos” (Salmo 138:6). Si algún pecado oculto de altivez se ha alojado en nuestros corazones podrá ser desalojado si nos humillamos, oramos y nos convertimos de todo corazón, según 2 Crónicas 7:14.
El libro de Génesis registra los primeros cuarenta días que repetidamente aparecen en las Sagradas Escrituras, cuando el autor del primero de los pentateucos dice: “Y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches” (Génesis 7:12). Estos cuarenta días tuvieron que ver con la duración del diluvio que Jehová envío como juicio a causa de la conducta perversa que exhibían los hombres y mujeres en los días antediluvianos, en el cual tan solo se salvaron Noé y su familia, los cuales sumaban ocho personas. Dios, cuyo uno de sus principales atributos es la misericordia no quiso extinguir por completo la raza humana, por lo cual buscó y encontró para excluir del juicio a un hombre justo, su esposa, hijos y nueras. El remanente de hoy es la iglesia, la cual se mantiene anunciando el Juicio divino que se aproxima y la manera de librarse del mismo.
Los habitantes de Nínive, capital del antiguo imperio Asirio, famosos por su crueldad contra los hombres, mujeres y niños de los pueblos conquistados por sus ejércitos, fueron advertidos por Dios a través del profeta Jonás acerca del juicio divino que para ellos se acercaba diciendo: “…De aquí a cuarenta días Nínive será destruida” (Jonás 3:4). A diferencia de los antediluvianos, los habitantes de Nínive, desde el mayor hasta el menor se humillaron y hasta ayunaron, y el Dios misericordioso y amplio en perdonar detuvo el juicio. Si Dios perdonó a los ninivitas, un pueblo que vivía de espaldas a él, ¡Cómo no nos perdonará a nosotros sus hijos si nos humillamos!
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