Frutos, Dones y Ministerios Espirituales – II
Los nueve frutos del Espí ritu que el apo stol Pablo presenta en oposicio n a las obras de la carne, esta n encabezados por el amor (Ga latas 2:22). Este fruto del Espí -ritu que se produce y manifiesta en los hombres y mujeres que han experimentado el Nuevo Nacimiento, tambie n es uno de los atributos morales de Dios, que se en-cuentra estrechamente relacionado con la bondad, la misericordia, la longanimidad y la gracia, segu n algunos expertos en la Teologí a. El profeta Jeremí as dice: “Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he ama-do; por tanto, te prolongué mi misericordia” (Jeremí as 31:3). El profeta Oseas profetiza al pueblo de Dios diciendo: “Con cuerdas humanas los atraje, con cuer-das de amor…” (Oseas 11:4). El apo stol Juan dice que: “Dios es amor” (1 Juan 4:8).
La trascendencia del amor de Dios se manifiesta en las Sagradas Escrituras cuando el apo stol Juan escribe: “Porque de tal manera amo Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). El apo stol Pablo en su carta a los Romanos dice: “…porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíri-tu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5). Al escribirle a los Efesios, el apo stol de los gentiles resalta la grandeza del amor de Dios donde tambie n lo relaciona con la misericordia (Efesios 2:4). Este apo stol al escribirle a Tito hace una estrecha rela-cio n entre el amor y la bondad (tito 3:4). El apo stol Juan en su primera epí stola uni-versal hace referencia a la trascendencia del amor de Dios hacia la raza humana, lo cual deja bien claro que el amor de Dios no es inmanente ni egoí sta, sino trascen-dente (1 Juan 2:1,16).
El teo logo Charles C. Ryrie al hablar sobre el atributo o perfeccio n divino del amor dice que “el amor consiste en afecto y también en corrección”, lo cual ilustra con los bebe s, a los cuales los padres acarician, pero tambie n corrigen. El Altí simo, aunque ama siempre a los humanos tambie n los corrige. Esta verdad es evidente en el libro de autor ano nimo de Hebreos cuando escribe: “Y habéis ya olvidado la exhorta-ción que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo aquel que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos” (Hebreos 12:5-8).
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