Frutos, Dones y Ministerios Espirituales – IX

Frutos, Dones y Ministerios Espirituales – IX

La Templanza, el noveno y último de los frutos del Espíritu Santo, y el tercero del grupo de madurez, que aparecen en la lista del Apóstol Pablo en su epístola a los gálatas, es uno de los frutos imposibles de imitar. La templanza significa dominio propio. De modo que una persona incontrolable no posee este fruto del Espíritu, y lo más grave es que todavía se encuentra dominado por las obras de la carne. La templanza se manifiesta al accionar y al hablar, sobre todo, en ocasiones en que somos provocados. Este fruto del Espíritu ayuda al creyente que lo posee a mantenerse inalterable en los momentos de adversidad.

La templanza incluye una serie de virtudes entre las cuales se encuentra la sobriedad, acerca de la cual el apóstol Pablo escribe a la iglesia de Tesalónica diciendo: “por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo” (1 Tesalonicenses 5:6-8). El apóstol de los gentiles deja bien claro en estos versículos que la sobriedad, que es sinónimo de la templanza; la fe que es otro de los frutos de madurez; el amor y la esperanza son necesarios para cultivar y exhibir el fruto de la templanza.

La templanza es uno de los frutos del Espíritu que a diario es puesto a prueba en el diario vivir del creyente. Los momentos de prueba, aflicciones y tentaciones son oportunidades para evaluar nuestro grado de templanza; por tanto, es necesario que nos autoevaluemos diariamente, a fin de estar seguros que pasaremos con una nota alta todas las veces que seamos sometidos a un examen del fruto de la templanza y su aliada, la virtud de la sobriedad. Si deseamos que el fruto de la templanza se desarrolle y permanezca en nosotros, entonces necesitamos atender al consejo del apóstol Pedro cuando dice: “Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración” (1 Pedro 4:7). Este es el momento de hacer un alto en nuestros aceres cotidianos para preguntarnos ¿Estoy permaneciendo sobrio y velando en oración?

 

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Pastor y fundador de la Iglesia de las Asambleas de Dios Templo el Calvario, Santo Domingo, Rep. Dom.