Frutos, Dones y Ministerios Espirituales – XIII
El Don de Géneros de Lenguas, perteneciente al grupo de los dones de fluidez, fue prometido por el altísimo a través del profeta Joel, el denominado “profeta de pentecostés”, cuyas profecías fueron dadas 800 años antes de Cristo. La profecía del descenso del Espíritu Santo se cumplió 50 días después de la muerte de Cristo y diez días después de su ascensión, el día de pentecostés, mientras los apóstoles y otros discípulos, que alcanzaron el número de 120, obedeciendo una orden del Maestro antes de su ascensión, que les dijo que no se fueran de Jerusalén hasta que no recibieran la promesa del Padre. Cristo había prometido a sus discípulos que cuando él se fuera les enviaría otro consolador.
El apóstol Pablo dice que: “El que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios” (1 Corintios 14:2). “Más adelante, y en el mismo capítulo, el apóstol de los gentiles dice:”por lo cual, el que habla en lengua extraña, pida en oración poder interpretarla” (1 Corintios 14:13). Pablo continúa abundando acerca de la lengua extraña y la necesidad de interpretación en los versículos 27 y 28 del mismo capítulo; y concluye diciendo en el versículo: 39 “Así que, hermanos, procurad profetizar, y no impidáis el hablar lengua”. Puesto que lenguas más interpretación es igual a profecía, se puede interpretar que la lengua extraña se refiere al don de género de lenguas, mientras que las lenguas que no se hablan para los hombres, sino para Dios, puesto que nadie las entiende, es una lengua con la cual se alaba y adora a Dios, mientras que en el género de lenguas casi siempre hay un mensaje que requiere interpretación.
El Don de lenguas continuó después de pentecostés, lo cual es evidenciado por Lucas en el libro de los Hechos de los apóstoles donde registra manifestaciones del Espíritu Santo en Samaria, en Cesarea y en Éfeso. En muchas de estas manifestaciones se repitió el hablar en lenguas al igual que el día de pentecostés en Jerusalén. Algunos expertos en las manifestaciones del Espíritu Santo han denominado al siglo 20 como “El Siglo del Espíritu Santo”, puesto que fue el siglo cuando se experimentó el avivamiento espiritual en Topeka, Kansas; Houston, Texas; y en la calle Azusa en los Angeles California, y más tarde se expandió por toda América Latina y otros continentes. El Don de género de lenguas continúa siendo una realidad en este siglo 21.
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