Hacia una renovación espiritual – XII
El pueblo de Israel siguió la costumbre de dar las espaldas a Dios tan pronto desaparecía el líder del momento, como resultado Dios permitía que cayeran en manos de sus enemigos, los cuales los esclavizaban. En esta ocasión “Jehová los entregó en mano de los filisteos por cuarenta años” (Jueces 13:1). Dios en su misericordia continuó atento a las necesidades de su pueblo, cuya prioridad del momento consistía en librarse del yugo de los filisteos.
Sansón fue el hombre designado por Dios para liberar a su pueblo de la esclavitud filistea. El niño escogido por Dios para esta liberación fue concebido y nacido milagrosamente, puesto que el autor del libro de Jueces registra que su madre era estéril. El nacimiento y como debía ser criado Sansón fue anunciada por el ángel de Jehová durante dos ocasiones. Sansón fue instruido por sus padres de que debía permanecer durante toda su vida cumpliendo los votos de un nazareo, consistentes en no tomar bebidas que contuvieran alcohol, no tocar ni comer cosa inmunda y no cortarse el cabello; sobre todo, debían mantener un alto grado de santidad (Números 6:1-21).
Lamentablemente, Sansón, el hombre escogido por Dios para liberar a su pueblo de la opresión de los filisteos no se comportó a la altura de las exigencias del ministerio para el cual fue llamado, puesto que de los tres requisitos de los votos de un nazareo tan solo cumplió el último: no cortarse el cabello. Sansón evidenció una debilidad por el sexo opuesto y las tres mujeres con que se unió eran filisteas, y para empeorar su comportamiento, la segunda era de una reputación moral dudosa. Este hombre escogido por Dios tan solo confiaba en el recurso que poseía: su fuerza física, por lo cual tan solo se registra que oró en el momento de su muerte, lo que se evalúa como un indicador de una renovación espiritual.
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