La corona de los abuelos
Proverbios 17:6 hace una declaración que cobra significado cuando se es abuelo o abuela. «Yo no sabía que ser abuelo era tan bueno, si lo hubiera sabido antes tengo a los nietos primero», me dijo un regocijado recién estrenado abuelo.
Esa comparación va contra la naturaleza, pero como chiste es muy bueno. Ciertamente «corona de los ancianos son los hijos de los hijos· o como expresa la versión del lenguaje actual «la alegría de los abuelos son los nietos.» El Señor me ha regalado hasta el momento 2 nietos y una nieta: Esteban, Luis David y Daniella. Cada uno tiene su propia personalidad.
Cuando nació Esteban sentí una alegría similar o mayor cuando vino al mundo su padre, que es mi primogénito. Luego llegó la princesa Daniella,, hija de mi hija mayor. El más pequeño Luis David, completó la tríada.
Esteban es fuerte, hábil, despierto, curioso, con destreza para los deportes y ya se siente un hombrecito listo para ayudar a sus padres y abuelos en cualquier tarea.
Daniella es la simpatía hecha una personita, extrovertida que se acomoda a cualquier circunstancia., Cuando le llegó su turno en su primer día de clases se adaptó rápidamente quedándose sin quejas con sus profesores.
Luis David, muy apegado a sus padres, exhibe una inteligencia similar que su hermano y su prima. Pero es el niño que a su corta edad es cariñoso, pero no se queda callado cuando algo le molesta o está inconforme.
Los hijos son herencia y corona son los nietos., Las coronas se ganan por los logros tras mucha preparación, trabajo, sacrificios y hasta recursos económicos. Hasta los reyes antiguos, con excepciones, se coronaban tras largos conflictos bélicos.
Cuando veo a los nietos correr, jugar y poner la casa de vuelta y media solo me rio y disfruto sus travesuras y ocurrencias. Los abuelos somos apoyadores por naturaleza, las correcciones se las dejamos a sus padres. Esas coronas las recibimos los abuelos después de un largo proceso. Los hijos criados bajo el temor de Dios nos dan esa satisfacción una vez las fuerzas disminuyen.
Valoro más la afirmación bíblica cuando Daniella, nos visita y antes de marcharse, no se va sin saludarme y decirme «mi beso abuelo». O cuando Esteban me reprocha en alguna labor manual con la frase:» abuelo, eso no es así, ven te voy a enseñar». O cuando Luis David me llama «abuelo tonto» en ocasión de sentirse molesto por una provocación intencional.
La cadena familiar es hermosa: esposa, hijos y nietos. una vez eslabonada es difícil de romper.
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