La Navidad – III
El nacimiento del Dios-Hombre, mejor conocido como el Mesías por el pueblo Judío, prometido por el mismo Dios en el Huerto del Edén fue profetizado por muchos de los profetas que hablaban en nombre de Jehová. Durante siglos el pueblo escogido por Dios se mantuvo esperando el nacimiento del Salvador prometido, y cada virgen anhelaba concebir en su vientre al redentor de la humanidad. La esperanza de cada Judío de ver con sus propios ojos al Dios-Hombre era motivada por los fieles voceros del Altísimo de la talla de Moisés, David, Isaías y aún por Balaam, el profeta descarriado que se dejó sobornar por el rey Balac para que maldijera al pueblo de Dios, lo cual le fue imposible realizar.
Jeremías también se encuentra entre los profetas que predijeron el nacimiento del Hijo de Dios. La profecía de este vocero del Altísimo dice de la manera siguiente: ‘’He aquí que vienen días dice Jehová, en que levantaré a David renuevo Justo y reinará como rey, el cual será dichoso, y hará Juicio y Justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado, y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, Justicia nuestra ‘’(Jeremías 23:5,6). Esta es una profecía muy importante, puesto que predice la ascendencia del Dios-Hombre su reinado y su estilo de gobernar y sobre todo, se le da el mismo nombre del Padre, Jehová, lo cual nos habla de la igualdad en lo referente a deidad y atributos entre los miembros de la Trinidad; es decir, que ninguno de los tres es superior a los demás.
El profeta Miqueas, al profetizar acerca del nacimiento del Mesías, predice con exactitud la aldea que tendría el privilegio de ser la humilde comunidad donde, nació el rey David y donde también nacería el Salvador del mundo, cuando dijo; ‘’Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad. Pero los dejará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz. . .Y el estará, y apacentará con poder de Jehová, con grandeza del nombre de Jehová su Dios, y morarán seguros, porque ahora será engrandecido hasta los fines de la tierra. Y éste será nuestra Paz. . . (Miqueas 5:3-5). Esta profecía se cumplió al pie de la letra cuando el Dios-Hombre nació en Belén.
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