La profecía en la Biblia – IX
El ministerio de profeta se encuentra en función a lo largo del Antiguo Testamento donde se registra el nombre de decenas de hombres y mujeres que hablaron bajo la inspiración del Espíritu Santo. Entre esos profetas encontramos a Enoc, Noé, Moisés, Samuel, Natán, Elías, Eliseo, Micaías, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel y los doce denominados menores, entre otros menos conocidos, pero de importancia similar. El profeta hablaba bajo inspiración divina, lo cual se hace evidente en el caso del pastor, salmista, guerrero, rey y profeta David cuando dice: “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua” (2 Samuel 23:2). Dios daba mensajes a los profetas de diferentes maneras: Por revelación, sueño, visión o con voz audible como en el caso de Moisés sobre el cual se repite varias veces la frase: “Y habló Jehová a Moisés diciendo”.
La profecía debe mantener coherencia con lo que se encuentra escrito en las Sagradas Escrituras, por lo cual el apóstol Pablo dice: “Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen” (1 Corintios 14:29). La exhortación del Apóstol referente a la profecía puede interpretarse en primer lugar como el mantener el orden, que de acuerdo a la visión de Juan en los capítulos cuatro y cinco de Apocalipsis, es una de las primeras leyes que rigen en el cielo, asunto que repite Pablo cuando dice: “Pero hágase todo decentemente y con orden” (1 Corintios 14:40); en segundo lugar, la recomendación paulina puede ser interpretada como en establecer si está de acuerdo con lo que dice la Biblia. De modo que toda profecía debe ser juzgada de acuerdo a lo establecido por Pablo.
La manifestación del don de hablar en lenguas angelicales seguida por el de interpretación de lenguas es también igual a profecía; pero tanto el don de profecía como tal, así como la que se produce en la manifestación de los dos dones arriba mencionados necesitan de su cumplimiento para ser aceptadas como tal. La profecía puede tener cumplimiento inmediato, a corto, mediano o largo plazo, así como en períodos de tiempos distanciados unos de otros. En el libro de Josué encontramos el cumplimiento de muchas profecías registradas en los cinco libros de Moisés, pero otras como por ejemplo las de Génesis 3:15 y Números 27:17, se cumplieron cientos de años después.
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