La profecía en la Biblia – XXIII

La profecía en la Biblia - XXIII

Dios escoge personas para ministerios especiales como el de profeta, por lo cual escogió a Jeremías antes de su nacimiento, antes de formarse en el vientre de su madre (Jeremías 1:5). El joven Jeremías se sorprendió ante el llamado de Dios y al igual que Moisés presentó excusas basadas en su juventud, argumentando que no sabía hablar, pues aún era niño, aunque ya tenía unos veinte años de edad. Dios respondió a las excusas de Jeremías diciéndole que él era quien lo enviaba, que no temiera porque él estaba con Jeremías para librarlo, y tocándole la boca le dijo: “He aquí he puesto mi palabra en tu boca” (1:9).

Jeremías aceptó el llamado de Dios para profetizar al reino del sur, compuesto por las tribus de Judá y Benjamín, tribus que habían seguido el camino de perdición que había provocado la desaparición del reino del Norte compuesto por las otras diez tribus. El ministerio profético de este varón de Dios no era fácil humanamente hablando, puesto que tenía que profetizar juicio a causa de los pecados de la nación; pero Jeremías, no obstante haber recibido el rechazo del pueblo, encarcelamiento, echado en una cisterna que no contenía agua sino lodo en el cual se hundió, no muriendo en esa ocasión por la intervención divina y la ayuda de un amigo que organizó su rescate de aquella cisterna. Este profeta recibía muchas amenazas y aún le fue prohibida la entrada al templo, pero él continuaba desarrollando el ministerio para el cual Dios lo había llamado.

El mensaje inicial de Jeremías se basaba en la denuncia de los pecados de la nación, pero a la vez le presentaba a un Dios misericordioso y perdonador si ellos se arrepentían de sus pecados de adulterio, idolatría, hechicería, injusticia y otros de igual categoría, puesto que todos los pecados son iguales. La oportunidad de salvación estaba ofrecida, pero de no aprovecharla, la caída y destrucción de la ciudad de Jerusalén era inminente; los caldeos que sitiaban la ciudad pronto la tomarían y sus moradores morirían de hambre, pestilencia y a espada (21:4-7).

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Pastor y fundador de la Iglesia de las Asambleas de Dios Templo el Calvario, Santo Domingo, Rep. Dom.

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