Personajes Bíblicos Ejemplares – XVII
La misericordia es uno de los grandes atributos divinos. Los teólogos que hacen una división de los atributos de Dios, colocan la bondad, el amor, la gracia, la paciencia y la compasión o misericordia en el grupo de los atributos morales; el salmista David dedica el salmo 136 a este último atributo de Dios, donde lo repite en cada uno de sus 25 versículos diciendo: “porque para siempre es su misericordia”. Consideramos que esa compasión o misericordia está colocado entre los más grandes atributos o perfecciones del Altísimo, puesto que tiene una relación directa entre Dios y su creación.
Dios hizo uso de este atributo a lo largo de todas las dispensaciones conocidas cuando estudiamos las diferentes maneras con que Dios a gobernado a la humanidad a través del tiempo, las cuales son las siguientes; Inocencia, Conciencia, Gobierno Humano, Promesa, Ley, Gracia y el Milenio, esta última de las llamadas dispensaciones por venir. Durante la quinta dispensación que fue la de la ley, cuando muchas personas pertenecientes al pueblo de Dios, como fue el caso del rey David, cometieron pecados por los cuales debían ser muertos por lapidación,
pero Dios tuvo compasión de ellos y los perdonó después de estas personas demostrar un genuino arrepentimiento, tal como lo demuestra David en el Salmo 51 diciendo: “Ten piedad de mí, oh Dios conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado” (Salmo 51:1,2).
El pueblo de Israel se desvió de los caminos de Dios, actuando contrario a los mandamientos, leyes morales, rituales y civiles; pero Dios, en su misericordia les proveyó de 15 jueces: Otoniel, Aod, Débora, Barac, Gedeón; Jefte, Sansón; Sangar, Tola, Jaia, Ibzán, Elón, Abdón, Eli y Samuel. El penúltimo de estos jueces se desempeñó también como sacerdote en una ciudad de nombre Silo. Samuel se desempeñó en los ministerios de profeta y juez, y tuvo el privilegio de ungir a los dos primeros reyes del pueblo de Israel, los cuales fueron Saul y David. La nación israelita gozaba del privilegio de un gobierno teocrático, cuyo rey era Jehová, pero cuando quisieron tener un rey al igual que otras naciones, Dios se lo concedió, utilizando al juez y profeta Samuel como su intermediario.
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