Un homenaje merecido

Un homenaje merecido

En mis años de juventud en la Iglesia Asamblea de Dios Central no recuerdo muy bien a la hermana Cecilia, doña Fulvia o cariñosamente doña Uva. Sí a su hija Lucrecia Paulino, con quien me unen lazos de amistad y hermandad desde entonces juntos en la Sociedad de Jóvenes.

Esa “Central” de tantas buenas damas: las Doris (Doris James y Doris George), Teolinda Gómez, Gladys James, Tita Vargas, Filomena Padilla, Felicia Mentor, Elvira y Luisa Ávila, Thelmita Edwards, Eva Joy, Marianela Quezada, Felicia Japa, Deseada Brito, Elsa Valera y otras que la mente ha borrado. Siervas de Dios que velaban y oraban por nosotros los jóvenes para que la calle no nos ganara.

En estos días vi imágenes y videos publicados en el facebook  de un homenaje rendido a doña Fulvia por sus vecinos en el barrio Villa María, unos vecinos agradecidos por la humildad, la bondad y el ejemplo de esta dama en un barrio donde –como en otros tantos de la capital- la descomposición social se ha ido imponiendo.

Ver a los vecinos y familiares vistiendo camisetas con la foto de doña Fulvia, pronunciar bellas palabras de elogio y respeto hacia su persona y conducta, abrazarla y darle cariño en plena calle, frente a su residencia, me entusiasmó y me lleva a concluir que los buenos son más que los malos.

Y me recordó también a mi barrio, en el vecino Villa Consuelo, y mi calle la Baltazara de los Reyes, con los vecinos, los muchachos contemporáneos y las doñas del sector bregando día a día para mantener sus hogares a flote en medio de muchas precariedades.

El homenaje al parecer fue a iniciativa de varios vecinos, entre ellos el joven Edil Vásquez quien habló en el sencillo acto con palabras muy emotivas y expresó luego: “Gracias a ustedes por compartir y dar tanto amor, gracias por dejarnos reconocer la vida de una mujer ejemplar, de una vecina que tiene el Don de ver a todo el mundo con amor, Doña Fulvia es un ejemplo de nuestra comunidad, gracias por entender que ella no solo es su madre, si no la madre de toda nuestra comunidad.”

Como el puntualizó, años atrás las madres del barrio, eran madres de todos. Los muchachos éramos corregidos por ellas y aceptábamos esa corrección con mucho respeto.  Hoy las cosas son tan distintas con padres permisivos, ultra protectores que no aceptan consejos de nadie para sus hijos y que conceden libertades extravagantes.

Como ese joven Vásquez, son miles los que han estudiado y han salido adelante con profesiones y oficios beneficiosos para ellos, sus familias y su país sin importar el barrio donde crecieron. La misma Lucrecia es licenciada en Bioanálisis. Se pierde quien quiere, no quien puede.

Doña Fulvia es parte de esa generación de mujeres que nunca niegan un pan al que lo necesita, un servicio voluntario al vecino, un consejo al o a la joven que va por malos pasos o simplemente un “buenos días vecino, cómo amaneció hoy”. Ella se ve fuerte. Quiera Dios que le conceda muchos años de vida, pero lamentablemente esa generación se nos está yendo.

Las lágrimas de Doña Fulvia conmovieron a los presentes. De sus labios salieron los “gloria a Dios” muestra de que su corazón natural para servir a su prójimo ha sido enriquecido con la fe en Cristo que durante tantos años atesora.

Mis saludos y respetos para Doña Fulvia.

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Periodista y presidente del Ministerio de la Pastoral Familiar del Templo el Calvario.