Una flecha clavada en el cuello: «Una bendición»

Una flecha clavada en el cuello: "Una bendición"

La hermana Donna Barbour, de Texas, Estados Unidos, vivió para contarlo y para testificar cómo Dios dirigió todo un proceso doloroso y cómo un “flechazo” hizo descubrir afecciones ocultas en su cuerpo.

Todo comenzó una cálida tarde. Regresó de su trabajo a su casa una hora antes. Su esposo, con quien vive ya con el nido vacío, se encontraba en otro lado de la vivienda, oyó un llamado de auxilio de Donna.

La señora aprovechaba el tiempo cuidando las plantas de su jardín antes de proceder a preparar la cena cuando, de repente, sintió una picazón y un fuerte impacto en el lado derecho de su cuello.

Relata que fue como que la habían golpeado con un bate de beisbol; desconcertada levantó la mano y vio con horror la flecha clavada.

De dónde provino? Un joven practicaba con un arco compuesto de cacería en un patio vecino. La flecha, que era de práctica lisa y redondeada y no con punta para cazar, de lo contrario la habría matado en el acto, voló por encima de varias vallas y se clavo en su cuello mientras caminaba.

¿Primera “suerte”?, No, primera bendición. Con un disparo con ese tipo de arco la flecha puede viajar hasta 320 kilómetros por ahora o 90 metros por segundo. Su impacto es capaz de producir la muerte en lo inmediato.

Un helicóptero la llevó a un centro de traumatología ubicado a unos 100 kilómetros de su hogar. Donna nunca perdió el sentido y dice que en la aeronave sintió una profunda paz porque vio una gran cantidad de personas fuera de su casa clamando a Dios por ella.

Radiografia
Cuando la llevaron a practicarle una tomografía computarizada a fin de conocer la ubicación exacta de la flecha, los médicos y las enfermeras se sorprendieron.

¿Fue el momento de la segunda “suerte”? No, de la segunda bendición. La flecha pasó entre la arteria carótida y la vena yugular, que es un espacio de menos de medio centímetro. El diámetro del objeto era mayor que el espacio, incluso hasta apartó la arteria sin cortarla. Ni Una sola gota de sangre fue derramada.

En el hospital había dos cuartos llenos de gente en oración y a través de las redes sociales se activó una cadena de plegarias momentos antes de ingresarla al quirófano.

Este testimonio todavía no está completo. Al otro día, el cirujano le dio una “mala” noticia: la tomografía había detectado un tumor cerebral. Me quedé pasmada, relata, pero Dios obra por senderos misteriosos.

El tumor estaba por cruzar la línea media del cerebro, lo que pudo haber causado un derrame cerebral masivo. La cirugía para extirpar el tumor fue un éxito, aunque perdió mucha sangre debido a una infección.

Pasaron dos años de chequeos y resonancias para comprobar la no reaparición del tumor, pero en el año 2015 la llamaron al consultorio médico para informarle que se había encontrado un aneurisma cerebral.

Esta fue la tercera “bendición” porque regularmente los aneurismas se descubren cuando se rompen y suele ser demasiado tarde.

Donna señala: “ De nuevo me enfrentaba a la incertidumbre y temía la nueva cirugía. No sé cómo la gente pasa por estos momentos como éstos sin Dios y la paz que da el saber que él tiene el control”.

Los médicos lograron dominar el aneurisma a pesar de que era muy frágil y difícil, cubierto de ampollas y a punto de reventar.

En conclusión, de no ser por aquel flechazo que pudo haberla matado en el acto habría muerto de un tumor, un derrame cerebral o un aneurisma.

Un amigo de esta hermana resumió todo lo acontecido con dos palabras:”Gracia sublime”. La flecha no fue suerte, fue una bendición.

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Periodista y presidente del Ministerio de la Pastoral Familiar del Templo el Calvario.