Magnolia Saunders Semper mi lectura diaria es el Salmo 23 en inglés

A sus 82 años, 29 de los cuales le ha servido al Señor, reflexiona y se pregunta a sí misma ¿Por qué no me convertí antes pues es la vida más preciosa que hay?
Para la hermana Magnolia Virina Saunders Semper, con la experiencia que le dan los años y los beneficios de la fe cristiana, es una auto recriminación ya que desde los 10 años conoce la Palabra de Dios.
Su madre Doris Semper murió cuando Magnolia contaba con esa edad, entonces una tía la hacía recitar diariamente en inglés el Salmo 23, costumbre que conserva hasta el día de hoy.
“Me aprendí ese Salmo y si no lo leo en inglés todos los días…” En su fluida conversación no concluye la frase, pero da a entender que la lectura no le sabe a nada. “Pregúntame en español y no lo puedo recitar”, subraya la anciana entrevistada en su residencia del sector El Edén, Villa Mella.
De niña Magnolia fue bautizada en la Iglesia Episcopal en San Pedro de Macorís donde nació el 3 de diciembre de 1942, y visitaba las congregaciones Fe Apostólica (donde asistía su abuela), la Iglesia de Dios de la Profecía y hasta la católica porque sintió curiosidad por conocer sus prácticas.
Sus apellidos delatan su procedencia. Sus abuelos y sus padres emigraron desde las islas Saint Kitts and Nieves para trabajar en la industria azucarera. Su progenitor, Jaime Alfredo Saunders vino con sus padres a los 16 años, era soldador y miembro de la Logia Odd Fellows (Odfelos), pero conoció al Señor ya adulto y a quien sirvió hasta su partida a los 86 años.
La hermana Magnolia se convirtió en el 1996 tras corresponder a una invitación de Elvira Peralta, su compañera de trabajo. Después de varias visitas dio el paso de fe en el Templo el Calvario en la capital a donde se trasladó con el transcurrir de los años.
Contrajo matrimonio y procreó dos hijos: Miguel y Alfredo. Miguel se entregó a Cristo antes que su madre quien buscaba satisfacer su alma en otras fuentes. Una de ellas fue la entidad filosófica denominada Unity cuyas prácticas y ciertas costumbres la hicieron alejar. Se convenció que no era el Camino.
Hermana Magnolia, ¿Por qué no se convirtió teniendo en cuenta su crianza dentro de la estricta cultura “cocola”?, se le pregunta. Su respuesta tardó unos segundos, con el pensamiento algo lejano, fue “no sé”, expresada como pasando balance a una vida sin expectativas.
En esa etapa de su vida sin definiciones espirituales hasta llegó a visitar con compañeras de trabajo lugares donde se leían tazas, barajas y otras cosas en búsqueda de suerte y señales provisorias.
A pesar de la edad y una enfermedad que la afecta desde hace años, ella luce fuerte, con una inmejorable dicción y un ánimo contagiante.
Se le pide, al final de la entrevista, que recite en inglés el Salmo 23. Con precisión y sin detenerse arranca….”my Lord is my shepherd; I shall not want……in the house of the Lord forever.”
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