Frutos, Dones y Ministerios Espirituales – XIX
Cuatro de los nueve dones del Espíritu Santo mencionados por el apóstol Pablo en primera de Corintios 12:8-10 son repetidos en los versículos 28-30 del mismo capítulo, pero se agregan los dones de ayudar y de administrar. Los nueve dones que ya han sido tratados en entregas anteriores son dados por el mismo Espíritu que reparte los últimos dos ya mencionados; por tanto, tienen la misma importancia que los nueve más conocidos por los creyentes. La única diferencia entre estos dos dones y los nueve que aparecen en el mismo capítulo, es que estos dos aparentan ser más de servicio.
El don de ayudar no debe ser interpretado como la disposición de prestar asistencia espiritual al que la necesita, puesto que esta ayuda es ordenada por el mismo Señor cuando dijo a sus discípulos: “Id y haced discípulos”. El creyente que posee este don está siempre dispuesto y disponible para socorrer al necesitado, cumpliendo el mandato paulino de “sobrellevar los unos las cargas de los otros” (Gálatas 6:2), lo cual indica que el creyente debe ayudar a los demás con sus cargas, pero sin quitarles su responsabilidad, ya que en el versículo 5 del mismo capítulo, el apóstol dice: “Porque cada uno llevará su propia carga”.
Los altruistas se preocupan por el bienestar de los demás, aunque tengan que sacrificarse, pero esto no es evidencia de que tengan el don espiritual de ayudar, sino que es una actividad o función que se reduce a lo social. El creyente que posee el don de ayudar a los demás está dispuesto para ejercer el referido don en todo momento, circunstancia y sin acepción de personas, sin esperar recompensas ni reconocimientos de los receptores de la ayuda. El apóstol Pablo dice: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10). Pablo no limita el ejercicio del don de dar tan solo con aquellas personas que mantienen un vínculo de amistad con nosotros, puesto que el escribe diciendo: “Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber, pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza” (Romanos 12:20); y el mismo apóstol dice: “No os canséis de hacer el bien” (2 Tesalonicenses 3:13).
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