La Reforma Protestante – II

La Reforma Protestante - II

Las controversias doctrinales en el seno de la iglesia continuaron después del concilio de Nicea celebrado en el mes de junio del año 325, al cual hicimos referencia en la entrega anterior. La siguiente controversia que estalló después del año 350 tenía su origen en la no divinidad del Espíritu Santo para lo cual se celebró un concilio en Alejandría en el año 362, donde se consideró una herejía la negación de la divinidad del Espíritu Santo. Los sínodos y credos que intentaron frenar esta herejía macedoniana que enseñaba que el Espíritu Santo no era más que un ángel, a lo cual también se aliaron los semiarrianos. La herejía macedoniana fue condenada definitivamente junto con la de arrío en el concilio de Constantinopla en el año 381.

Las controversias doctrinales en la iglesia siempre se produjeron entre dos hombres situados en polos opuestos: como ejemplo tenemos la controversia entre Atanasio y Arrío; la controversia soteriológica entre Anselmo y Abelardo en siglos posteriores; la controversia entre Calvino y Arminio posterior a la Reforma en cuanto a la aplicación de la Redención; durante el siglo quinto entre Agustín de Hipona y Pelagio, referente a la antropología; es decir, la doctrina acerca de la salvación del hombre. Esta controversia se extendió por varios siglos en sínodos y concilios después de desaparecidos sus principales actores, por los agustinianos y semipelagianos.

La doctrina de la persona de Cristo provocó largas controversias durante los siglos quinto al séptimo. Entre esas controversias cristológicas podemos citar las siguientes: Apolinaria, Nestoriana, Eutiquiana, Monofisita y la Monotelita. La divinidad y humanidad de Cristo dio origen a estas controversias, puesto que algunos se preguntaron acerca del Dios-Hombre; ¿Cómo puede entenderse la relación entre estos dos lados de la personalidad? Este problema era fácil de solucionar si se aceptaba el lado humano como los “docetistas” o el lado divino como los “unitarios”. Pero la iglesia se negaba a aceptar estas teorías, puesto que no quería renunciar a la verdadera humanidad de Cristo, ni consentía en hundir la verdad de su divinidad, o permitir que fuera solo divino en un sentido metafórico. La iglesia se mantuvo firme en su creencia de una encarnación real del Hijo de Dios. Estas controversias, excepto una, fueron solucionadas antes de la Reforma protestante.

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Pastor y fundador de la Iglesia de las Asambleas de Dios Templo el Calvario, Santo Domingo, Rep. Dom.