Tolerancia y corrupción

Tolerancia y corrupción

En I Corintios 15:33 el apóstol Pablo expresa tajantemente que “las malas compañías corrompen las buenas costumbres” o como señala otra versión “los malos compañeros corrompen el buen carácter”.

Aunque no la usemos en el contexto de lo que escribió Pablo, esta declaración nos enseña que las personas con las cuales nos relacionamos influyen en nuestro comportamiento.

Recientemente, el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo publicó los resultados de una encuesta que muestra cómo la gente -sobre todo la población de abajo- acepta cierto grado de corrupción si se resuelven sus problemas

Es como decir “si roba y me resuelve, no importa”. Tal grado de tolerancia es inaceptable y es una muestra más del grado de descomposición social que nos envuelve.

Tanta corrupción -en este caso a nivel gubernamental- a través de los años sin sanciones reales ha provocado que esos malos comportamientos influyan en la gente de tal modo que los consideren correctos si en algo le beneficia.

Ese estudio revela la falta de una cultura de integridad a todos los niveles y la necesidad de enfrentarla con el fortalecimiento de educación cívica, pero también con el mensaje del Evangelio que propague la fortaleza espiritual del individuo para un mejor ciudadano.

Buenos ciudadanos, mejor sociedad porque “mejor es el pobre que anda en su integridad” (Proverbios 19:1) que ser deshonesto y necio.

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